Frida llegó a su puesto donde comenzó a recibir a los comensales con el mismo gusto de siempre hasta que una pareja la dejó sin aliento. Frente a ella estaba Román con esos ojos negros que parecían carbones encendidos en cuanto la vio.
—¿Mesa para dos? —preguntó Frida con el corazón latiéndole en