CRUELLA
Las sirenas ya gritaban afuera cuando me deslicé entre las sombras.
No tuve que mirar atrás para saber que la policía había encontrado el desastre en el piso de arriba. En cuanto salí del edificio, escuché los gritos horrorizados… los pasos apresurados… las preguntas que nadie podía responder.
Bien.
Que se pregunten qué destrozó a cuatro chicas en una habitación cerrada a medianoche.
Que teman al monstruo en el que me he convertido.
Porque esta noche… mi verdadera cacería apenas comenzaba.
“¡¿QUÉ DIABLOS PASÓ AQUÍ?!”
Aún podía escuchar a uno de los oficiales gritando mientras me hundía más en la oscuridad, mis pies silenciosos sobre el pavimento. Sus voces se desvanecían detrás de mí—el pánico, la confusión, la forma en que intentaban darle sentido a marcas de mordidas que no eran humanas… ni animales.
No entenderían la verdad aunque se les escupiera sangre en la cara.
Creían que lo hizo una “bestia salvaje”.
Tenían razón.
Pero no tenía tiempo para ellos.
Me quedaba un objetiv