―Vamos, arriba―Kieran me toma de las manos para levantarme y yo siento que me duele hasta el cabello. Llevamos una hora entrenando en el gimnasio de la casa de la manada y todavía no le he dado un solo golpe. Él me esquiva y se mueve tan rápido, que solo veo una mancha borrosa antes de sentir el golpe―tienes que prestar atención a tu oponente, anticipar sus movimientos.
― ¿Anticipar? ―me burlo―si apenas logro verte cuando golpeas.
― ¿No puedes verme? ―está asombrado y se pasa la mano por la cabeza―pero tú eres una loba y tienes sangre de alfa, deberías ver todos mis movimientos.
―Soy una loba desde hace cinco días―me quejo―antes de eso no tenía que golpear a nadie ni preocuparme por que alguien me atacara.
―Entonces tu vida era muy aburrida―se ríe―creo que vamos a empezar con algo más básico, ven―me toma de la mano y me lleva a unas colchonetas en un área apartada del gimnasio―aquí podremos hacer meditación.
― ¿Qué? ―le digo con una sonrisa pí