IGOR
El corazón me latía con fuerza mientras mis labios se fundían con los de Chloe. Nos habíamos escondido tras un árbol, alejados de las miradas indiscretas. Ella entrelazó sus dedos en mi cabello y me susurró con dulzura:
—Te amo, Igor.
Una calidez desconocida se instaló en mi pecho y, sin dudarlo, le respondí:
—Yo también te amo, Chloe.
Me sentía bien con ella. Demasiado bien. Recordé las palabras de Liana sobre cómo los hombres lobo tenían una compañera predestinada, un vínculo inquebrantable. ¿Sería Chloe esa mujer para mí? Mi lobo interior rugió con una emoción contenida.
Sin pensarlo, volví a besarla con más intensidad. Pero un presentimiento me recorrió la espina dorsal. Me detuve un segundo y levanté la vista, sintiendo una presencia cercana.
Apenas perceptible entre los arbustos, los ojos de Chelsy nos observaba.
Con un movimiento sutil, me separé de Chloe y le acaricié la mejilla.
—Deberíamos ir a clase —le dije con una sonrisa fingida.
—Tienes razón —aceptó con una leve