A medida que ambos comenzaban a sentir el efecto del alcohol, una joven y seductora mujer apareció de repente en la sala privada—probablemente por error.
Al principio, ninguno de los dos pensó prestarle atención, pero la mujer carecía de tacto y se apoyó directamente contra William, con las manos rozando casi su rostro. Al ver esto, Cassandra dio un paso rápido y apartó su mano de un golpe.
La mujer fingió sorpresa, como si recién se hubiera dado cuenta de que había alguien más en la habitación.
Cassandra la miró fijamente, leyendo al instante sus intenciones. Como mujer, sabía perfectamente lo que estaba pasando. Sin perder un instante, dijo fríamente:
—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Ni siquiera mi hombre está fuera de tu alcance?
Para extinguir por completo cualquier esperanza que pudiera quedar, Cassandra enganchó su mano bajo la barbilla de William y lo besó.
La calidez de sus labios sacó a William de su estado de embriaguez, dejándolo atónito. Lo miró incrédulo, sin poder creer