Vanessa se acercó con los platos recién preparados y agitó la mano con una sonrisa.
—Qué bueno que despertaste, ven a cenar.
—¿Mami, hoy hay frijoles estofados? ¡Son mis favoritos! —preguntó Isla con los ojos brillantes.
Vanessa la alzó y la sentó en su silla para niños.
—Sí, sí, sí, mi pequeña glotona —respondió entre risas.
En la mesa, Mariah se veía un tanto incómoda, lo que no pasó desapercibido para la madre y la hija.
—Hermana, mi mami me dijo que te llamara “tía”, pero eres tan bonita que no parece que deba decirte así —dijo Isla con dulzura, ofreciéndole un frijol estofado—. ¿Puedo llamarte hermana?
Mariah se quedó sorprendida y se sonrojó al ver el frijolito en su plato.
—Ehm... claro.
—¡Bien! ¿Y cómo te llamas?
—Mariah.
—¡Hola, hermana Mariah!
—Hola —respondió ella, devolviéndole el gesto con una sonrisa y ofreciéndole otro frijol estofado—. ¿Y tú cómo te llamas?
Isla miró a su madre con cautela y preguntó en voz baja:
—Mami, la hermana bonita me hizo una pregunta... ¿puedo