De inmediato, Sofía se convirtió en el foco de todas las miradas.
Casi todos los presentes adoptaron una expresión de curiosidad morbosa, listos para el espectáculo.
—No me digan que vino hasta acá para rogarle que vuelvan.
Comentó alguien con malicia.
Sofía arrugó la frente. La mayoría eran juniors de familias adineradas; ella no solía frecuentar esos grupos, así que era normal que no reconocieran a una de las herederas Vargas.
Pero insinuar que estaba ahí para suplicar por una reconciliación era pasarse de la raya.
Una chica de ojos pequeños y almendrados se tapó la boca con la mano y se rio de manera burlona.
—Sí, ¿verdad? No sé ni cómo alguien como ella se cuela en nuestro ambiente. Dani, ¿o es que todavía no la olvidas?
Daniel resopló.
—Como venía de pueblo, pues claro que le presté un poco más de atención antes.
—Lo asquerosa no se le quita, mira nomás qué fachas trae a una fiesta. Qué falta de mundo. Dani, ¿cómo te pudiste fijar en ella? Qué mal gusto tienes.
Intervino otra pers