A pesar de todo el tiempo que había pasado, seguía sin poder controlar el miedo que le tenía a Eduardo. Pero bastaba con que él no viniera un día para que ella pudiera relajarse. Estaba bien. Muy bien.
Yolanda no dejaba de murmurar para sí misma. Miró el plato de comida sobre la mesa y caminó hacia él. Con el movimiento, la cadena que aprisionaba su tobillo resonó.
—Clanc, clanc.
Ella apretó los puños. Aquellas cadenas eran la prueba de su humillación. La trataban como a un animal, encerrada en aquel lugar sin ver la luz del día. ¿Cuándo acabaría aquella pesadilla?
***
Laura había pasado los últimos días dándose todos los lujos imaginables. Adoptó el estilo de vida de la alta sociedad, imitando cada uno de sus caprichos. Destinaba la mayor parte del dinero a su cuidado personal.
Al ver los cambios de las últimas semanas, no podía evitar sentir satisfacción. Sin duda, el dinero transformaba a una persona. No solo cambiaba su actitud, sino toda su presencia. Al recordar las últimas seman