—Pues quién sabe. Debe ser el destino.
Ambos se sonrieron.
Alejandro también lo notó. Desde que habían aclarado las cosas el día anterior, la distancia entre ellos se había desvanecido. Ahora, ella no solo no lo evitaba, sino que buscaba su cercanía.
Solo de pensarlo, él no podía contener su alegría.
Era suya. Jamás volvería a soltarla.
—Por cierto, cuando llegué no alcancé a escuchar bien, ¿de qué estaban platicando?
Al recordar las palabras de Jimena, sintió el impulso de mandarla de vuelta a su casa en ese mismo instante. Pero no entendía por qué no podía contactar a Javier.
Ya había pasado tanto tiempo, ¿se había olvidado por completo de que su hermana estaba aquí? Tenía que admitir que la despreocupación de su hermano era increíble.
Alejandro suspiró. Como no podía localizarlo, tampoco podía enviar a Jimena de regreso sin más. A pesar de todo, su amistad de tantos años era importante y no quería arruinarla.
Las palabras de la conversación anterior le trajeron a Sofía el recuerdo i