—Entonces dime, ¿qué se supone que hice?
Sofía miró a la mujer y avanzó hacia ella con lentitud.
En cuanto la vio, Sofía supo que no tenía idea de quién era. Nunca había tenido mala memoria para las caras, por lo general, si conocía a alguien, al menos le quedaba una vaga impresión.
Pero no recordaba nada de la mujer que tenía enfrente.
Sofía dijo con dureza:
—¿Quién eres? ¿Y a qué quieres llegar con todo esto?
—¡No quiero llegar a nada!
La mujer llevaba un vestido rojo y un maquillaje impecable. Sin embargo, ni el maquillaje más perfecto podía ocultar la indiferencia y el esnobismo en su mirada.
—Solo digo que si una persona hace algo así, debería tener los pantalones para aceptarlo. No se puede venir aquí a hacerse la santa cuando eres todo lo contrario.
Sofía recordó lo que la mujer había dicho sobre seducir a su cuñado. Seguramente Eduardo les había contado algo. De lo contrario, ¿cómo se habría filtrado la información?
Sabía que no podía confiar en ese hombre. «Mira nada más lo qu