Se escuchó la voz de una mujer que conocía.
Los ojos de Sofía brillaron. Por fin.
Al escuchar la voz, Daniel se estremeció. Un escalofrío le recorrió la espalda.
Todos se giraron para ver de quién se trataba.
Al ver a Laura, con esa apariencia de flor delicada e indefensa, todos se quedaron boquiabiertos.
Un momento antes pensaban que él era un buen tipo, pero ahora veían que no era más que un farsante.
Daniel miró de reojo a Sofía, que seguía observando la escena con diversión.
La ansiedad comenzó a invadirlo. Se acercó con rapidez a Laura y le susurró:
—¿Qué haces aquí?
—¿No puedo venir?
Laura le devolvió la pregunta y miró a Sofía con sarcasmo.
—Si no hubiera llegado, ¿ya estarían a punto de regresar, tú y esa?
—Baja la voz —le dijo Daniel—. ¿Qué estupideces dices? Sabes cómo te trato. ¿Quién te metió ideas en la cabeza para que pienses estas cosas?
Antes de que ella pudiera responder, él continuó:
—Hazme caso. Vete, por favor. Más tarde te explico todo. A la que quiero es a ti, no