El Visitante sin Rostro.
La noche en el estudio siempre tenía un sonido distinto al del día. No era silencio, era otra cosa: un murmullo contenido, una vibración mínima en las paredes, como si el edificio respirara. Esa noche lo sentí más que nunca, como si la estructura entera estuviera tensa, observando.
Desde la puerta forzada, el estudio había cambiado. Nadie lo decía en voz alta, pero se sentía: miedo, paranoia, pasos más rápidos en los pasillos.
Instalamos nuevos sensores, cámaras adicionales, un sistema de doble verificación en la entrada. Lo hice parecer una “medida preventiva”. Pero todos sabían la verdad.
Alguien había entrado, alguien había buscado algo, y no era un robo común.
Esa idea llevaba días en mi cabeza, clavada como un fragmento de vidrio.
Estaba revisando los documentos del proyecto cuando los guardias me avisaron de algo “que debía ver”. Era casi medianoche. Caelan seguía en la sala de diseño, buscando inconsistencias en los planos, pero yo necesitaba un momento sin él.
Su presencia me