El Tablero se Mueve.

El problema de creer que tienes el control es que, cuando el tablero se mueve, tardas demasiado en aceptar que no fuiste tú quien empujó la pieza.

Esa mañana, mientras me vestía frente al espejo, entendí que ya no estaba reaccionando: estaba tomando decisiones. No todas eran seguras. Algunas eran, incluso, peligrosas. Pero quedarse quieta se había vuelto una forma lenta de perderlo todo.

Nora estaba en la cocina con Noah. No hablaban mucho. No hacía falta. Habían construido una rutina silenciosa, una coreografía mínima que le devolvía a él una sensación de previsibilidad. Yo los observé desde el pasillo unos segundos más de lo normal.

—Vuelvo tarde —dije.

Noah levantó la mirada.

—¿Vas a estar bien, mami?

La pregunta me atravesó.

—Sí —respondí—. Y tú también, mi amor.

No mentí del todo. Solo omití lo frágil que era esa afirmación.

En la empresa, el ambiente había cambiado. Ya no era solo tensión: era expectativa, como si todos supieran que algo iba a pasar, pero nadie se atreviera a de
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