Punto de Vista de Mia
La oscuridad tenía su propia textura. Al cuarto día sin poder ver, ya había aprendido sus sutiles matices: la oscuridad suave del amanecer, diferente a la oscuridad pesada de la medianoche. Los doctores seguían asegurándome que era temporal, solo la respuesta de mi cuerpo al estrés y a la presión arterial peligrosamente alta. Pero saberlo no hacía el miedo menos real.
El suave timbre de mi teléfono interrumpió mis pensamientos. Lo busqué a tientas, mis dedos encontrando el vidrio liso por pura memoria muscular. Después de tres días de práctica, finalmente había dominado los comandos de voz.
—¡Hola, hermosa! —la voz de Scarlett llenó mi habitación a través de la función de texto a voz—. Los contratistas necesitan aprobación final de los colores para las salas de terapia. ¿Quieres almorzar y revisar las muestras?
Se me cerró la garganta. No le había contado sobre mi condición. Scarlett ya había tomado tanta responsabilidad: coordinando con proveedores, revisando mat