POV: Irina

Cuando abrí la puerta doble del salón, mi aliento se contuvo. Ya estaba allí, y no necesitaba presentación alguna, porque todo en ella gritaba poder, un poder diferente al que emanaba Gaspar: un poder pulido, calculado, y peligrosamente femenino.

Era alta, una amazona de líneas perfectas, envuelta en un abrigo de piel clara, casi plateada, que apenas ocultaba un vestido negro ajustado, una segunda piel que marcaba una figura implacable.

Su cabello oscuro caía en ondas pesadas, como una cascada nocturna, y sus ojos verdes eran el punto focal de la habitación; eran como cuchillos envainados en terciopelo, capaces de cortar con una simple mirada sostenida.

Estaban de pie junto a la chimenea, que estaba apagada a pesar del frío florentino. Gaspar le había ofrecido un vaso de whisky añejo, y ella lo sostenía con una elegancia que hacía que el cristal pareciera una joya.

—Irina Petrov —dijo con acento ruso, ese acento que yo compartía, pero que en su boca sonaba duro y firme, com