TYLER
Me puse tenso. No era como mi padre: él hacía negocios de una forma muy distinta a la mía. Pero que yo no hiciera las cosas como él, y que tuviera mis aventuras, no significaba que no trabajara duro.
La empresa era tan importante para mí como lo era para él.—¿Qué se supone que debo hacer? —pregunté con un suspiro. Si necesitaba que trabajara con esta mujer para demostrar que hablaba en serio sobre la empresa, lo haría. Qué más daba. ¿Qué tan difícil podía ser?
—¿Sabes lo que dice tu contrato, Tyler? —preguntó Vivian.
No me gustaba la forma en que me hablaba. Lo hacía como si fuera un niño de escuela que no entendía cómo funcionaba el mundo.
—Por supuesto que sé lo que dice —respondí, intentando no sonar tan irritado como me sentía.
—Entonces estás familiarizado con la cláusula de moralidad.
Fruncí el ceño.
—¿Cláusula de moralidad? Eso es para empleados casados. No tiene nada que ver conmigo.
Vivian miró a mi padre, quien giró la cabeza hacia la ventana. Se estaba lavando las manos del asunto.
—La cláusula de moralidad otorga al empleador el derecho a rescindir el contrato laboral si la conducta del empleado afecta negativamente a la empresa —dijo sin tomar aire.
La miré parpadeando.
—Jesús, ¿te tragaste un diccionario? —Sonreí con mi propio chiste, pero Vivian no pareció impresionada.
—¿Entiendes lo que eso significa? —preguntó.
Suspiré, aún con la sonrisa en el rostro.
—Sí, pero no veo cómo se aplica a mí.
—Significa —intervino mi padre— que estás legalmente obligado a proyectar cierta imagen.
Entrecerré los ojos.
—Quieren que deje de andar acostándome con todas.
—Exacto —dijo él—. Si no haces algo con tu actitud de playboy, estás fuera de la empresa para siempre.
—Soy el CEO —repliqué con desafío—. No un simple empleado. ¿Quién va a despedirme?
—Yo —dijo mi padre sin más. —Puede que me haya retirado y te haya cedido la compañía. Pero si no te pones las pilas y empiezas a comportarte como el dueño de Warner Marketing, voy a lograr que la junta te eche, Tyler.
Me hervía la sangre.
—No puedes hacer eso —dije.
Pero sabía que sí podía. Y que lo haría. Si algo le importaba a mi padre en este mundo, era su empresa. Podría deshacerse de mí—su único hijo—sin pestañear. Pero se partiría la espalda antes de perder a su verdadera criatura: su negocio.
Siempre había sido así, desde que era un niño.—¿Olvidaste lo de tu período de prueba? —preguntó papá.
Agucé el oído.
—Tu padre me informó de tu período de prueba de un año —dijo Vivian—. Durante este tiempo, la junta directiva puede removerte si lo considera necesario.
—Ah, cierto —murmuré. Me sonaba vagamente. Lo había olvidado por completo.
—Exacto —dijo mi padre—. Y aún te quedan seis meses. Así que será mejor que te endereces rápido. Y más vale que lo hagas bien, porque Stark está decidido a sacarte de aquí.
—Está bien —dije, poniéndome de pie y dirigiéndome a la puerta.
—¿Te vas tan pronto? —preguntó papá.
—No veo qué más hay que discutir. Has sido claro. Tengo que arreglar mi imagen de playboy. —Fulminé a Vivian con la mirada—. ¿Casarme serviría?
Parpadeó, sorprendida. Así que no era tan difícil romper esa expresión de piedra.
—Yo… supongo que sí. Sí, serviría.
Papá resopló.
—No lo dice en serio. Te está tomando el pelo.
—Envíame una lista de lo que sea que tenga que dejar de hacer —dije—. Mejor aún, mándame una lista de lo que sí debo hacer, porque esa será más corta. Entonces me pondré manos a la obra.
Me di la vuelta y salí de la oficina antes de que papá o Vivian Evans pudieran responder.
—Buenas noches, señor —dijo Nina desde el escritorio cuando pasé hacia el ascensor. Apreté el botón y entré sin responder, frunciendo el ceño mientras las puertas se cerraban.
No lo podía creer. ¿Una cláusula de moralidad? No recordaba haber visto eso en mi contrato. Aunque, claro, jamás lo leí bien. Cuando papá se retiró, simplemente firmé en la línea punteada para recibir lo que me correspondía, y eso fue todo.
Nunca imaginé que tendría que analizarlo con un abogado. Después de todo, era un negocio familiar.Pero claro, mi padre fue quien redactó el contrato en primer lugar. Eso debió ser suficiente advertencia.
Me puse tenso mientras descendía hacia el vestíbulo. Maldita imagen de playboy. No iba a poder divertirme si quería complacer a la junta y a los inversores. Y no había forma de que me alejara. Me importaba esta empresa. A veces actuaba como un fiestero, sí, pero también era un maldito trabajador incansable.
Mi empresa era todo para mí.Si la perdía, no me quedaría nada. Estaría perdido.
Entonces, estaba decidido. Tendría que adaptarme a esa imagen estúpida que esperaban de mí. Podía hacer cualquier cosa durante seis meses.
Pero simplemente dejar de ir a clubes nocturnos no iba a ser suficiente para la junta. Ya sabía que estaban buscando cualquier excusa para sacarme. Lo que no sabía era lo fácil que lo tenían con la cláusula de moralidad.
Después del escándalo con las tres modelos, era probable que ya estuvieran trabajando tras bambalinas para echarme.Tenía que actuar rápido. Y tenía que ser espectacular.
Las puertas del ascensor se abrieron y crucé el vestíbulo. Al salir del edificio, el viento se coló por mi abrigo y me subí el cuello. Me vino a la mente la Torpe Gail. A pesar de la reunión infernal que acababa de tener, no pude evitar sonreír.
La sonrisa se desvaneció cuando pensé en mi imagen pública y en cómo tendría que dejar de andar de cama en cama.
Gail era el tipo de mujer que hasta Vivian Evans aprobaría.
Cuando subí a mi coche, se me encendió una bombilla en la cabeza.
Quizá casarme no fuera tan mala idea.
Había sido sarcástico cuando le pregunté a la publicista sobre el matrimonio. Pero ahora, una esposa parecía una opción cada vez más atractiva.
Alguien que pudiera mantener la fachada por un tiempo, hacerme parecer el chico bueno. No sería para siempre, ¿verdad? La gente se divorcia todo el tiempo.Si lograba que alguien dulce y decente fingiera ser mi esposa, y lograba que la junta me dejara en paz, entonces podría lograrlo.
Y la Torpe Gail era la mujer perfecta para el papel.