ROMAN
Le he dado tiempo a Melody para que no se sienta presionada, ella puede creer que no quiero ya nada con ella o que incluso me he resignado, no puede estar más lejos de la realidad, porque en el fondo, cada noche me masturbo pensando en la madre de mis hijos, y en todas las maneras que tengo para que se vuelva a casar conmigo, para que ella regrese a mi lado y al de mis hijos.
Para cuando llego al sitio que Melody rentó para la presentación de nuestra hija, lo primero que veo al bajar del auto es a Duncan, recargado en el suyo, fumando un cigarrillo como si estuviera esperando a alguien. En cuanto sigo mi camino con la intención de ya no tener ni un comentario que hacer hacia él, me llama.
—Roman.
Le miro mal, me hace perder tiempo y no tenemos nada de que hablar.
—Tengo prisa.
—Se trata de Melody.
Detengo mi andar.
—¿Qué es lo que sucede? —llama mi atención.
—La besé y nos estamos dando una oportunidad.
Siento que la sangre se me va al cerebro y explota, luego se convie