PREFACIO
La historia de Siren
“Hace mucho, mucho tiempo atrás,
hubo una sirena diferente a todas las demás,
de piel clara y cabellos dorados,
la más bella de la que de seguro te han hablado,
la favorita por la diosa del mar,
aunque nunca a ella la oiréis nombrar,
la más desobediente y rebelde,
incluso la llegaríais a odiar.
Las reglas del mar deben cumplirse,
a no ser que en como Siren quiera convertirse.
No salir a la superficie sería lo justo,
de lo contrario te llevarías un buen susto.
Siren las normas desobedeció,
y muy duro lo pagó.
La diosa es justa con quien debe serlo
y no la juzguéis a menos que queráis temerlo,
lo que Siren hizo no queráis verlo:
Noche estrellada, luna resplandeciente,
sirenas rebeldes a la superficie vente.
Noche a noche, nada sucedió,
todo parecía tranquilo en el exterior.
¡Oh, pero que triste problemón!
Noche tormentosa ataca a marinero que apesta a ron.
Dioses enfurecidos, vengativos contra aquel fisgón.
Sirenas huyen a casa, pues algo terrible las ahuyentó.
Aunque otra permanece, con preguntas en su mente.
¿Qué clase de humano podría enojar de tal forma a los dioses?
Una tragedia aquella noche debió suceder,
algo que estaba escrito,
algo que nunca llegó a ser,
aquella imberbe sirena que salvó de muerte,
al humano que merecía yacer.
En el mundo de los humanos, existe un sentimiento primario
algo que embauca el alma y la pone en peligro
algo que en nuestro mundo supone un calvario.
Eso que ellos llaman amor,
después de aquel día,
Siren lo padeció.
La diosa furiosa estaba,
dispuesta a castigar aquella a la que idolatraba,
venganza alababa.
Piernas a Siren prometió,
a cambio su esencia entregó,
sus recuerdos con sus piernas desaparecer los volvió,
más, no poder recordar, vulnerable la tornó.
7 días sin hallar aquel al que amó,
pues no recordarlo era su maldición,
desaparecer flotando, burbujeando, fue su perdición.
Unos dicen que murió,
otros que en burbujas de agua se evaporó
y desde los cielos observó,
a aquel al que su alma entregó.
La verdad,
su alma quedó cautiva,
atrapada,
en un destierro del que no podrá jamás escapar,
por haber desobedecido las reglas del mar.
Capítulo 1.
El
alma pura
que
dejó
de existir.
Sobre las agitadas aguas del mar caribe, un barco pirata navega, doblegando a las olas por las que su capitán desea sobrepasar.
Sobre la cubierta los marineros de aquí a allá van sin cesar, pues el barco a buen puerto deben llevar, tan sólo el capitán parece absorto en sus propios pensamientos, en un lugar al que aún ansía regresar…
Sobre la suave arena de una desierta playa, un joven capitán se encuentra recostado, mientras una joven acaricia su bello rostro, observándolo con cautela, buscando recordar cada detalle de aquel al que los dioses querían muerto, aquel que sin saberlo fue desterrado al mundo de los humanos, obligado a vagar entre los dos mundos, sin poder regresar al lugar en el que fue creado.
Su respiración vuelve a la normalidad, poco a poco, calmando a su salvadora, la cual ha hecho posible que él pueda seguir luchando en aquel mundo cruel, destinado a llevar almas al otro mundo, por toda la eternidad. Odiado por todos los seres celestiales.
Ladeó la cabeza, alarmando a aquella joven, que se asustó en el acto y se echó hacia atrás. Pero antes de haberlo logrado, aquel ser agarró su mano, abriendo los ojos, observando a aquella que tenía delante.
Temerosa de que algo horrible pudiese sucederle, algo parecido a lo que su madre y sus hermanas le habían hablado miles de veces, intentó soltarse. Pero aquel hombre la tenía fuertemente sujeta.
El hombre se enervó, apoyándose sobre su codo izquierdo, sin soltar aún a aquella joven, pues aún no sabía si considerarla amiga o enemiga. Quedando entonces sorprendido al hallar una enorme cola en lugar de sus pies.
Sorprendido. Esta muy sorprendido, pues jamás pensó que una de aquellas criaturas marinas pudiese salvarle alguna vez, ya que era la propia diosa de los mares la que lo quería muerto.
Se marchó entonces, arrastrándose por la arena, para luego sumergirse más y más en las profundidades del océano, dejando a aquel hombre mirando hacia ese lugar.
Esa fue la primera vez que la vio, a esa a la que aún esperaba, a sabiendas de que ella nunca volvería. La diosa se llevó su alma y la separó de él hacía mucho. Hacía mucho que su vida ya no tenía sentido. La diosa del mar había logrado lo que quería, ya fuere de una forma o de otra.
Apretó la madera que había debajo de sus manos, pensando de nuevo en el pasado, en aquel día en el que todo le fue arrebatado, el día en el que un ser tan puro como una sirena dejó este mundo.
Lo sintió en cuanto sucedió, a pesar de que se hallaba en medio del océano, navegando en su navío, percatándose al igual que el resto de los dioses, que un ser puro y bello como lo es una sirena había abandonado el mundo de los vivos. Lo supo en seguida, quién era ella.
El mar rugía furioso, pues una de sus criaturas se ha marchado para no volver jamás, y parece que arremeterá contra todo aquel que haya sido el causante de su muerte.
Un gritó de dolor resonó en aquella revoltosa tarde, un grito que provenía de su propia garganta, haciendo que varios marineros tapasen sus oídos, pues el sonido era tan sumamente insoportable, que parecía que iban a morir en cualquier momento.
La lluvia caía sobre su rostro, mientras él cerraba los ojos, oscureciendo su alma un poco más, intentando buscar algo o a alguien que supiese algo sobre aquel asunto. La encontró entonces, incluso sin moverse aún de su navío. Agamenia.
La sirena se hallaba sentada sobre la playa, derramando valiosas lágrimas que caían sobre la arena en forma de bonitas gemas blancas, que rebotaban y se iban amontonando, una a una. La lluvia nunca llegó a caer sobre ella, pues un extraño manto la cubría por entera, y cuando levantó la vista, extrañada por aquel fenómeno, se percató de que había alguien delante de ella, aunque en cierta forma él no estuviese allí.
Aún recordaba las palabras de aquel Dios, esa que le había dicho tan sólo unos días antes, en lo alto de aquel árbol, el árbol de la vida. No podía ser tan sólo un truco para confundirlo, tenía que ser real, pues de lo contrario la diosa del mar no se hubiese enfadado tanto.
“Aún está viva” “Está atrapada”