Capítulo 61
A la mañana siguiente, Patrícia estaba acostada, con los ojos abiertos, observando el techo mientras asimilaba los últimos acontecimientos. La cabeza todavía le dolía un poco, pero nada comparado con la incomodidad de la noche anterior.
Augusto entró en la habitación en silencio, con una bandeja en las manos: jugo natural, frutas y un pan recién hecho.
— Buenos días, amor — dijo con una sonrisa gentil, dejando la bandeja a su lado. — ¿Cómo te sientes hoy?
Ella se acomodó en las almohadas y suspiró.
— Un poco mejor… El dolor de cabeza ha disminuido. Gracias por cuidarme ayer.
Él se sentó al borde de la cama y tocó suavemente su pierna sobre la colcha.
— Eres mi esposa, Patrícia. No hay nada más importante para mí.
Ella sonrió, emocionada, y tocó su mano.
— A veces olvido que tú también tienes tu lado dulce.
Augusto rió.
— Solo contigo.
Mientras desayunaba, conversaron sobre los planes del día. Augusto pensaba ir temprano a la empresa, tenía algunas reuniones pendientes, per