Ekatherine Lizabetha Kerloff es una joven hija de nobles, alegre, sincera y no es considerada por las demás damas como una noble con la que desearían emparentar. Ambrose Kareline duque Ainsworth es todo lo que un padre de buena posición desearía para su hija, salvo que él poco le importa el matrimonio, le gusta la fiesta y ama que todos lo obedezcan. Pero Ekatherine es la excepción, siempre retándolo y logrando sacarlo de sus cabales. Decido a que será su esposa, hace de todo para que lo acepte, pero no serán sus trucos o mala situación de su familia la que la llevara a casarse, será la muerte de su amado y la enfermedad de su hermana. - Has comprado una mujer, pero yo me convertiré en una gran Duquesa, y le juro su majestad, que se arrepentirá –se da la vuelta y lo deja ahí, pensando en si es amor o mera obsesión.
Leer másLa joven Ekatherine Lizabetha Kerloff paseaba tranquila por los jardines de la mansión Kingston mientras leía la carta de su amado Edrick, soñaba con el día que el volvería de aquella guerra sin sentido y al fin, podría pedir su mano en matrimonio.
- Milady ‒escucha decir a una de las sirvientas, dobla la carta y la devuelve al sobre, se gira a verla.
- ¿Sí? ‒la joven parecía haber recorrido todo el lugar hasta encontrarla.
- Su padre la llama ‒Ekatherine asiente, camina hacia la mansión, esperaba no le saliera de nuevo con el tema del matrimonio arreglado, porque ella no pensaba casarse igual que su madre, eso le había costado un distanciamiento con ella a nivel emocional, toda su vida, ella y su hermana habían sido criadas por institutrices, y ante la incapacidad de darle un hijo varón a su padre, su madre había optado por rendirse, y la entendía, no debía ser fácil después de tantos abortos, pero eso debió crear un lazo más fuerte con ambas, aunque agradecía que al menos a Jelena si le prestara atención.
- Padre ‒dice nada más entrar en el despacho, mira muy mal al hombre que esta con él, el Vizconde de Landre era uno de los peores hombres entre todos los candidatos a esposos, era bien sabido que gustaba de emborracharse hasta perder la consciencia, además de lascivo y violento.
- El Vizconde ha venido de visita ‒su padre le sonríe, rueda los ojos.
- Un gusto Vizconde –hace una reverencia usando nada más la cabeza, no puede evitar la cara de asco al ver como la mira–, pero sea a lo que mi padre lo haya llamado, la respuesta es no –dice de manera tajante pero segura–, este tema ya lo había tocado con él, así que sin importar que le prometiera, no sucederá –sonríe con inocencia, podía ver la rabia centellar en los ojos de su padre.
- Si fuera su marido, la tendría bien domesticada –se pone de pie molesto.
- Eso no podría ser ni en sus mejores sueños, porque antes de casarme con usted, me habría envenenado –le mira con burla, alza su mano, actúa rápido y patea su espinilla, lo ve quejarse de dolor, sonríe con suficiencia y tras lanzarle a su padre una mirada de reproche, sale de ahí molesta.
Sube las escaleras hasta el pequeño cuarto de té de su madre, ahí estaban ellas 2, se deja caer en una silla.
- ¿Ha pasado algo con nuestro padre y su visita? –Jelena podía ver la rabia contenida de su hermana mayor, para nadie era un secreto que ella no deseaba casarse con nadie, bueno, sólo había un hombre: Edrick Pemberton.
- Ha querido que me case con el monstruo del Vizconde Landre, el muy bestia ha dicho que si fuese su esposa, me tendría domesticada, ¿cree que soy un perro o algo similar? Como si eso no fuese suficiente, ha tenido el atrevimiento de levantarme la mano –Jelena cubre su boca por la sorpresa, incluso su madre parecía no dar crédito a lo que su hija mayor decía, aunque por los rumores, bien podría ser así–, pero antes de que me pegara, lo hice yo dándole un puntapié que jamás olvidara, a ver si eso le enseña a tratar a una dama ‒sonríe con orgullo, su madre niega, esto daría mucho de qué hablar.
- Hermana, no debes hacerle eso a papá, él sólo busca que estemos bien de nuevo –entendía a su hermana, pero debía ver por el bien de la familia.
- Oh no Jelena, no pienso pagar por los errores de mi padre, él hizo todo este desmadre con la fortuna de la familia, que él lo arregle, no pienso sacrificar mi felicidad porque al señor se le ocurrieron un par de buenos negocios –se pone de pie, caminaba molesta con los brazos en la cintura–, además, todavía producen los campos, tomará tiempo levantarse pero no es imposible, que a nuestros queridos padres les importe más el que dirán que nuestra felicidad, me tiene sin cuidado, estoy bastante acostumbrada a que hablen de mí –sentencia antes de salir, entra a su habitación y tras cerrar con llave la puerta, se echa en la cama, saca la carta y vuelve a leerla–. Por favor no tardes mi amor –suspira abrazando la carta a su pecho.
Durante muchos años habían sido amigos, él era su confidente y paño de lágrimas, conforme paso el tiempo y crecieron, es que se dieron cuenta que se amaban, él era el hombre perfecto, amable, bondadoso, simpático, gracioso e inteligente, además de guapo, muchas de las jóvenes suspiraban por él, y debía admitir que se veía aún más guapo en su uniforme, algunas lo llamaban el príncipe, y era ella quien tenía su corazón.
Cierra los ojos e imagina el día que vuelvan a verse, el enorme abrazo que le dará y quizás le deje robarle un beso, hablarán con su padre y si se niega al matrimonio, irán dónde un padre y se casaran sin más, ella no temía dejar su título atrás ni todo lo que eso conllevaba, ella sólo deseaba ser feliz, lastima que la vida quería otra cosa para ella.
El tiempo restante del embarazo lo había pasado tranquila, su padre se había acercado a ella y de su madre y hermana, no había vuelto a saber mucho, salvo que su padre les daba una cantidad mensual a pesar de lo groseras que eran. Mi madre se había casado con aquel hombre, llevaban una vida austera, sólo sabía que Beatrice era feliz, Jelena era un caso aparte, no la aceptaban en ningún lado y terminó trabajando en una panadería. - ¿Te sientes bien querida? –la voz preocupada de Ambrose me saca de mis pensamientos. - Sí, no es nada –acaricio su mejilla, hoy era el bautizo de mi pequeña Rossline Marie Kareline Kerloff duquesa de Ainsworth, el nombre era en honor a la abuela de Ambrose y claro, a la mía. - Rose te llama, creo que se cansó de tanta atención –y por atención se refería a los mimos de sus abuelos, estaban encantados con ella, la adoraban, y no era para menos, había luchado por llegar a ese mundo. - Ya voy –termino de colocarme los aretes antes de salir del brazo de mi e
Ekatherine:Había despertado desorientada y asustada, por suerte Ambrose estaba a mi lado.- ¿Qué pasó? –lo miro angustiada, él acaricia suave mi cabello.- Tuviste una amenaza de aborto, de ahora en adelante, debes estar tranquila –comienzo a llorar bajito, sabía que lo había causado, sin duda había sido demasiado para mí.- Lo lamento –él me abraza y frota mi brazo negando.- No es tu culpa, Edrick ya me contó todo, no te preocupes por nada, deja esto en mis manos querida mía –asiento, en realidad no podía hacer más, quería estar bien para que mi bebé estuviera bien, perderlo me aterraba, lo amaba.Ambrose no me dijo que haría, durante una semana me quede en la casa de campo, no era buena idea irme a Caltes.Lo único que Emma había podido contarme es que mi madre y Jelena se habían ido al igual que Edrick, este había solicitado el divorcio y mi marido había hablado con mi padre para ponerlo al tanto, estaba por demás decir lo enojado que se sentía, había accedido a venderle todo a A
Ekatherine:Sentía que todo me daba vueltas, todo era demasiado confuso, no sabía que sentimiento reinaba sobre mí, donde iniciaba el dolor y donde acababa la ira.Las voces las escuchaba lejanas, me dolía demasiado el corazón.- ¿Su Alteza?, ¿qué le pasa? –escucho gritar a Emma tras doblarme del dolor, sujeto mi vientre.- Llama al doctor, vamos –le ordena Edrick mientras me alza, siento que me lleva hasta una habitación, luego siento algo suave. Me encojo sintiendo mucho dolor, lloraba pensando en que quizás fue demasiado estrés para mi pobre bebé, rogaba al cielo que nada malo le sucediera.- Aquí esta –escucho la voz de Emma tras no sé cuantos minutos.- Salga señor Pemberton –escucho que le ordena el doctor, se acerca y comienza a revisarme, de manera vaga escucho que le da indicaciones a Emma, siento un pinchazo y después calma total.Ambrose:Había llegado del norte de Caltes tras revisar unos reportes de robo, el Marqués Faith había informado al Marqués Carl poco después de la
Ekatherine: Todo había marchado bien, mi hermana había estado muy feliz y eso había sido todo lo que necesitaba para no sentirme como me sentía, porque a pesar de que amaba a Ambrose, quería a Edrick, había sido mi primer amor, mi compañero de aventuras y mi mejor amigo, habíamos planeado tantas cosas y al final, ambos terminamos unidos a otras personas. - Su alteza, le llegó correspondencia –susurra Emma nada más sentarme en la salita de la Duquesa, había salido a dar un pequeño paseo. Dejo mi sombrero y guantes a un lado antes de tomar las cartas, comienzo a revisarlas y la mayoría eran invitaciones a comer, merendar e incluso uno que otro baile, estaba decidida a botar todas para pedirle a las chicas que lo revisaran después, cuando un sobre llamó mi atención, reconocí el nombre, era el doctor que había atendido a Jelena hacia unos meses, le había vuelto a escribir esperando se pudiera hacer algo como la vez anterior, sin embargo, lo que contenía la carta, no lo esperaba. Estimad
Ekatherine:No me había detenido a pensar en nada, en como me sentía o lo que pasaría, me había concentrado en hacer los preparativos de la boda, sería en una semana y se llevaría a cabo en Caltes, vendrían muchas personas a petición de mi suegra, la hermana de la Archiduquesa no podría tener menos que eso.Todos iban de un lado para otro limpiando y arreglando el enorme salón, por mi parte la ayudaba con el vestido de novia, la modista estaba haciendo un maravilloso trabajo en tiempo récord, aunque tenía mucha ventaja ya que mi hermana quería usar el vestido de nuestra madre, con algunos arreglos, así que no tardaría mucho.- ¿Estás segura? –la miro con atención, hablábamos sobre que quería hacer ese día, entrar en una silla de ruedas o esperar al novio sentada frente al altar.- Es la única vez que me casaré, no quiero que todos me recuerden así, ese día caminaré del brazo de papá –me sonríe apretando suave mi mano.- Esta bien, se hará como quieras, pero no te esfuerces demasiado,
Ekatherine:Había estado dándole pensando en lo mismo una y otra vez desde que le envíe a Edrick aquella carta dónde lo citaba aquí, en la mansión de los Kingston; estaba nerviosa y por demás preocupada, el tiempo se iba demasiado rápido para mi gusto, así que cuando la tarde del día siguiente llegó, me sentí tensa y alterada, y no era para menos, iba a decirle a mi primer amor que necesitaba se casara con mi hermana porque quizás moriría, no es algo en lo que me gustará pensar pero era así.- Su Alteza, ha llegado la visita que esperaba –casi había dado un salto por la noticia, llevo la mano a mi acelerado corazón y asiento.- Dile que pase, lo estaré esperando en la sala privada de mi madre –Emma asiente y sale, cuando me fui de Caltes, Ambrose había insistido en que ella me acompañara, él no podía ir en ese momento por el cambio y sus nuevas obligaciones, así que había aceptado.Me pongo de pie y tras respirar varias veces salgo de mi vieja habitación hacia esa sala, respiro profun
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