8. Vendiendo un alma que no es suya.
—Con fisioterapia —intervino Bennet al notar que Sofía parecía a punto de desmayarse, con ese semblante pálido—. Hay ejercicios y procedimientos que estimulan el sistema nervioso y los músculos. Será un trabajo largo y arduo, pero puede asegurar que Adam vuelva a caminar en poco tiempo.

—¿Eso es lo que harán? ¡¿Me entregarán un hijo paralítico y me darán un par de ejercicios esperando que funcione?! ¡¿Creen que nací ayer?! ¡No les creo! —De nuevo hizo acto de presencia la histeria de Isabella.

—¡Eso es lo que espero! —gritó Sofía mezclando su dolor con la desesperación que le generaba esa señora—. ¡Que como su madre se avoque a ayudar a su hijo en su rehabilitación! ¿No puede? ¿No tiene tiempo? ¡Bueno! ¡Para eso tiene esposa! ¿No? —Tragó saliva y su corazón se rompió en dos.

Fue el momento perfecto en el que se dio cuenta que la herida estaba fresca, casi recién hecha. Después de tantos años, seguía igual de fracturada.

—Doctora, disculpe a mi esposa, es un poco… temperamental —
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