31. Conociendo al Pequeño Mendoza

[MATÍAS]

Bajo la escalera siguiendo sus andares y disfrutando la vista y puedo parecer un loco, pero me cautiva cada uno de sus movimientos y podría convertirme en un esclavo entre sus brazos si me lo pidiese. —Definitivamente eres preciosa. — Le susurro al oído.

—Gracias, pero ya por favor... tu familia está a pocos pasos de nosotros. — Me dice avergonzada.

—Lo sé... pero ¿Cuál es el problema? — Cuestiono tomándola por la cintura en el último peldaño de la escalera.

—Daniel... Tú y yo acordamos algo. — Me recuerda con una media sonrisa, y así definitivamente es complicadísimo no tentarme en besarla.

—Me haces las cosas muy difíciles. — Le susurro a milímetros de sus labios.

—¡Y tú a mí, pero basta! — Dice entre risas e intenta bajar el últi

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