La Indecisión De Noa 4.

Eran casi las cuatro de la tarde Cameron parecía no parar su sermón por no llegar a tiempo, y todo por andar de buena samaritana, según la pelirroja Noa era demasiado buena —Nini en serio no se porque eres tan ingenua, Alejandra se fue a su trabajo y tú perdiste un ensayo, se que eres buena en lo que haces amiga, pero tú sabes cómo es Fabio, sabes que la vieja Dalia es una mal agradecida...

—Cameron tengo algo que contarte —la propuesta de trabajo de esas personas le venía caída del cielo, lo que no iba a contarle a su amiga era que estuvo en la casa del guapo rubio que fue la noche anterior al club, ese secreto lo guardaría para ella—. Camí resulta que esas personas me ofrecieron el empleo a mi.

—¡¿Qué?! —exclamó la pelirroja de voluptuoso cuerpo levantándose de la silla donde minutos atrás estaba maquillándose—. ¿Y tú qué respondiste mujer? —inquitió Cameron impaciente.

Cameron le miró seria ya sabía que otro largo sermón se avecinaba, sentir el escrutinio de su esmeralda mirada la ponía nerviosa. Tomó una larga bocanada de aire dispuesta a contar a Cameron lo que pensaba hacer antes de tomar una decisión definitiva sobre ser la niñera de esa pequeña —no, me parecía injusto con Alejandra, ella también...

Cameron miró a su amiga con la boca hecha una gran o.

—¡No me jodas Noa, al carajo Alejandra! —dijo Cameron exaltada—, sabes este mundo es así los peces grandes se comen a los pequeños amiga, si Alejandra estuviera en tu lugar lo habría aceptado sin detenerse a preguntar si a ti te parecía.

Meditó en las palabras de Cameron, aunque fueran rudas sus afirmaciones todas eran ciertas y ella mejor que nadie lo sabía.

———

La ira era el único sentimiento que tenía en este momento, estaba cansada de luchar sola y de que tantas personas le cerraran la puerta en la nariz como si nada —doctor por favor, es mi madre, ella tiene mucho tiempo esperando está cirugía.

—Noa eso lo entiendo, pero tu madre estuvo de acuerdo en esto, esa niña también necesita la cirugía. No puedo hacer más además el seguro no cubre...

—¡Maldita sea, ya lo se! —gritó ella tan fuerte que su garganta ardía en cólera, no entendía como aquel hombre podría ser tan indiferente—, no es un animal es mi madre ya le dije que yo pagaré el restante, mi madre depende de esa cirugía...

Una enfermera corrió apresurada interrumpiendo, se alejó un momento de ella él se veía tenso en sus gestos, un minuto después el médico regresó con la enfermera a su lado.

—Noa —dijo con voz gutural ajustó el puente de sus anteojos con nerviosismo—, Señorita Perez su madre acaba de morir.

Él seguía hablando pero su voz era ajena y lejana para Noa, solo los miraba mover los labios sin escuchar nada de lo que hablaban. Su madre ya no estaba entre viva, se había quedado sola, aún recordaba sus palabras (Vamos hacía una nueva vida hija, no dejamos un país, empezamos una nueva vida). No imaginó salir de su país les traería tantos problemas.

———

—Entiendo tu punto Cameron es válido también, entiendo que Alejandra quizás no habría hecho lo mismo de ser diferente la situación y ser ella quien estuviera en mi lugar; aún así hablaré con Lexi, bueno te dejo tengo que calentar está noche será muy importante.

Sin agregar más se fue a hacer sus calentamientos, está noche sería muy importante.

•••

Tenía rato centrado en el ordenador, su vista ya estaba cansada se quitó los anteojos, para luego apoyar su espalda y tomar un descanso, el nuevo horario aún le afectaba un poco y no terminaba de adaptarse.

El silencio en su oficina acabó, pues Francisco su alborotado primo destruyó el relajante ambiente callado de su apacible oficina.

—¡Hallo Cousin! —saludó un entusiasmado castaño de traje gris claro, debajo camisa y corbata negra sentandose desparramado frente a su primo.

—Hallo —respondió Alexander frunciendo el entrecejo, no era que no quisiera a su primo, al contrario era una de las pocas personas a las que sin miedo podía decir que era su amigo de verdad.

—Tu entusiasmo no se escucha en ningún lado —comentó Frans con ironía—, pero no te preocupes Alex ya está noche se te quitará esa cara larga de caballo. —Habló con picardía en su voz el recién llegado Frans.

—¿Ya te comunicaste con los japoneses? —preguntó Alexander omitiendo el entusiasmo de su primo.

—A ello venía precisamente, Alex no te preocupes ya todo está planeado —dijo el castaño con una sonrisa ladina, descansando sus codos en el escritorio de su primo que lo miraba incrédulo—, está noche veremos a nuestros próximos socios en el club Caleidoscopio. —Dijo Frans subiendo ambos pulgares en señal de que todo estaría bien.

Abrió los ojos a su máximo al escuchar lo que Fransisco dijo, pensó que su primo no podría estar hablando en serio.

—¿Por qué esa cara? —inquirió el castaño confundido al ver el rostro de desconcierto del rubio frente a él.

—No puedes estar hablando enserio ¿Verdad? —cuestionó Alexander frotando sus sienes, tratando de calmar la naciente Jaqueca que comenzaba a cobrar más fuerza a cada momento.

Francisco cambió su sonrisa por un ceño fruncido no pensó que Alexander lo tomaría tan mal.

—Solo quería llevar a los asiáticos a un lugar diferente ¿Eso que tiene de malo? —dijo Fransisco encogiéndose de hombros —¡Llevas a quienes posiblemente sean nuestro negocio más grande en mucho tiempo a ver bailarinas exóticas! —dijo Alexander perdiendo la paciencia.

—Pues yo no veo nada de malo en darle a los japoneses un poco de lo que en su país no tienen —se defendió Frans tratando de quitar importancia a la histeria de Alexander—, no veo porque haces un escándalo por esto, tú seguramente llevarías a los asiáticos a un restaurant lujoso sin chiste todo insípido.

—Y para ti lo más entretenido es enviar a nuestros posibles socios a un club de strippers. —Replicó Alexander molesto con las tonterías de Frans.

Francisco rodó los ojos con fastidio, su primo a pesar de ser joven era un amargado, se levantó del asiento frente al escritorio.

—No son strippers...

—¡Lo que sea! —exclamó el rubio perdiendo la paciencia con el castaño frente a él.

—Pues no te hagas, si Azul pone a los japoneses, como tú quedaste de imbécil cuando la viste anoche, ya tenemos el trato en el bolsillo. —Dijo Frans guiñando un ojo fastidiando a su primo el amargado.

En cuanto el castaño vio la cara de pocos amigos de Alexander decidió que ya era hora de irse de su oficina.

Solo nuevamente meditó en las palabras de Fransisco, Azul era el nombre de la bailarina de aquella noche. No lo podía negar aquella mujer había llamado su atención, su piel canela clara era perfecta, sus negros ojos destacaban bajo ese antifaz decorado y su figura era escultural parecía irreal.

—Azul. —Musitó acordandose de aquel peculiar nombre, se preguntó si aquel era su nombre verdadero, ¿O sería parte del show?

Volvió a su escritorio debía trabajar y no pensar en tonterías, aquella mujer tenía su encanto, pero él no se fijaría en una stripper, ni siquiera para cosa de una noche. Solo esperaba que el plan de Frans saliera bien de lo contrario él pagará las consecuencias por las decisiones de su primo.

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