Capítulo 28. Nuestro primer amanecer
[ARI]
Cuando desperté ese día, por la mañana, de verdad no quería abrir los ojos. Me sentía tan relajada que no me apetecía ni siquiera levantarme a buscar comida, que era el principal factor que me había hecho despertar; los gruñidos de mi monstruoso estómago.
Tampoco quería abrirlos porque me daba un poco de vergüenza mirar a Daniel y recordar a flor de piel todo lo que había pasado, y por si esas no fueran razones suficientes, no quería abrirlos porque sentía que después de eso el día se iría volando, y no quería que eso pasara, porque significaba que tendríamos que irnos. No quería irme. Quería quedarme en ese pueblo fantasma con él.
Me juré hacerme la dormida hasta el anochecer, pero minutos más tarde el sol empapaba de rayos mis ojos y me fue difícil luchar contra él, por lo que me resolví por abrir los ojos y sentarme despacio sobre la cama, aferrando la sábana a mi pecho con una mano.
Ahora el lugar no se miraba tan tétrico como anoche y hasta parecía un bonito cuarto de estil