Karol
Todavía me estaba recuperando de la adrenalina de la misión improvisada cuando Logan apareció. Su sola presencia hizo que mi corazón se acelerara; ese hombre tenía un efecto que no podía controlar, no importaba cuánto intentara disimularlo.
—Karol —dijo bajito, con esa voz grave que me hacía temblar de pies a cabeza—. ¿Sabes que eres una imprudente?
—Lo sé —sonreí con picardía, cruzándome de brazos—. Pero alguien tenía que hacerlo, ¿no?
Él se acercó lentamente, sus ojos verdes fijos en los míos, y sentí como un escalofrío me recorría la espalda. Cada movimiento suyo era medido, seguro, dominante. No había prisa, pero había intensidad en cada paso.
—Imprudente —repitió, y su voz se volvió un susurro—… y descarada.
—Eh… —intenté jugar con él, mordiendo el labio inferior—. Solo sigo mi instinto.
Logan se detuvo frente a mí, a un palmo de distancia. Pude sentir su respiración, el calor de su cuerpo, el olor que siempre me dejaba sin aliento. Sus manos se deslizaron hasta mi cintura