Karol
Corría por la calle trasera con la adrenalina a mil. Cada sonido me hacía brincar; cada sombra me hacía pensar que un guardia me estaba siguiendo. Pero la sensación de libertad era adictiva, aunque un poquito aterradora.
—Respira, Karol… respira —me decía a mí misma, mientras mi corazón latía como un tambor de concierto.
Miré hacia la distancia y allí estaba: el elegante edificio de Connor Parker. Brillaba bajo la luz de la tarde como si dijera: “Aquí es donde tu locura te llevará”.
—Ok… esto es real —susurré—. No hay vuelta atrás.
Entré con pasos rápidos, intentando pasar desapercibida entre la gente elegante y los guardias del lugar. Por suerte, el plan incluía una entrada un poco improvisada, así que me inventé una excusa:
—Disculpen, vengo a ver al señor Parker… es una entrega urgente de parte de… de… —¡Mierda, qué decía!
Antes de que pudiera tartamudear más, un hombre de traje me miró con desconfianza.
—¿Quién te envía? —preguntó con voz fría.
—Uh… eh… es… —cerré los ojos