Capítulo 135
Narra Micaela
Los días en el convento me dieron algo que no había sentido en mucho tiempo: paz, mucha tranquilidad.
Estaba lejos del escándalo, del juicio, de las miradas que buscaban juzgarme.
Por primera vez en meses, me sentía bien conmigo. Comía bien, dormía tranquila, estaba viviendo después del caos de mi vida.
Mi bebé se movía con fuerza, lo sentía dentro de mí como una promesa de algo mejor, mi pedazo de cielo.
Una noche, tocaron la puerta de mi habitación, Era tarde de madrugada, Las luces del pasillo estaban apagadas,
Abrí con cautela, y allí estaba él. Mark.
Me quedé sin palabras.
Lo vi ojeroso, con el rostro cansado y los ojos llenos de ojeras, No dijo nada al verme me abrazo, Solo me abrazó fuerte Y empezó a llorar.
—No deberías estar aquí —le dije bajito—. Si las sabias se enteran, me pueden echar, No quiero irme, aquí estoy segura y tranquila
—Solo necesito verte… un momento —susurró—. No me voy a quedar. Solo… déjame estar contigo.
Lo dejé pasar, cerré