Propuestas, charlas y más (2da. Parte)
La misma noche
Palermo, Sicilia
Adler
La sinceridad es un filo de navaja que pocos saben manejar. Para algunos, es un acto de valentía; para otros, un error imperdonable. Y luego están los que la dosifican según la ocasión, como si fuera un veneno que solo debe administrarse en dosis controladas. Pero la realidad es que no hay un manual para saber cuándo abrir el pecho y exponer lo que nos quema por dentro.
A veces, ser sincero es como caminar descalzo sobre vidrio: una palabra de más y la herida es inevitable. Nos metemos en problemas por hablar cuando deberíamos callar, por dejar escapar un pensamiento que nuestro instinto nos decía que guardáramos. Pero, ¿qué hacemos cuando el sentimiento es un grito interno, cuando cada fibra de nuestro ser exige ser escuchada?
En el amor, la sinceridad es una moneda de dos caras. Puede ser un puente o un precipicio. Hay momentos en los que desarmar a alguien con la verdad nos acerca más que cualquier promesa vacía, donde la franqueza se convierte