La Babysitter de la hija del CEO
La Babysitter de la hija del CEO
Por: Karerina
Un aniversario de bodas, trágico

Cuando Nolan recibió aquella noticia, su corazón dio un salto al vacío. No podía creer lo que aquella mujer al otro lado del auricular, le decía:

—Debe ser una broma Vanessa. Si fue Aurora quien te pidió que me dijeras eso, no me parece nada gracioso, es de muy mal gusto a decir verdad —la voz comenzaba a temblarle.

—Sr O'Brien, no es un juego, su esposa acaba de ingresar sin señales de vida a nuestra clínica y su hija aunque está con vida, la tienen en observación.

Para Nolan esa noticia excedía el límite de lo irreal. Minutos atrás había conversado con Aurora ¿Cómo ahora ella iba a estar muerta? Aún tiene en su cerebro grabadas aquellas palabras y su voz.

—Amor, voy rumbo a casa, no te preocupes estaré allí antes de la cena. Llevo vino para celebrar nuestro aniversario. Te amo.

A diferencia de otras tantas veces, Nolan olvidó responderle “También te amo”

Esa frase se repite constantemente en su cabeza, mientras conduce a toda velocidad hacia la clínica donde él mismo trabaja como CEO de Health and life.

Baja de su auto apresuradamente, corre por el pasillo, las lágrimas en su rostro continúan su recorrido incesante. Su corazón sigue acelerado y el terror en su mirada. La recepcionista, el vigilante y algunas enfermeras se topan con él sin poder ocultar su desconcierto ante la noticia del fatal accidente. “Lo siento” “Lo lamento” “Mis condolencias” el eco de cada frase llena los pasillos de aquel lugar.

Justo del quirófano viene saliendo el Dr Hessen, quien al verlo se detiene y le ofrece un abrazo. El gesto en el rostro del galeno, evidencia que ya nada se puede hacer.

—Lo siento mucho Nolan, no sabes como lamento la muerte de Aurora.

—No, ella no puede estar muerta, por favor Mark dime que es mentira, ella no.

—Entiendo por lo que debes estar pasando, no ha sido fácil para ninguno de nosotros tener que darte esa noticia. Por suerte, Samantha está sana y salva, algunas escoriaciones, pero nada que no se pueda curar.

—¿Mi hija, dónde está mi hija? —pregunta con afán.

—Está en observación, la joven que logró sacarla con vida, está con ella.

—¿Qué joven, de que me hablas, Mark?

—Es la chica que llamó a la ambulancia y quien sacó a Samantha del auto a tiempo.

Las palabras de Mark aturden aún más a Nolan ¿Quién era esa chica y por qué estaba con su hija?

Caminó por el largo y amplio pasillo sin detenerse, entró al área de observación. Al ver a su hija en la camilla se acercó angustiado.

La pequeña de apenas tres años, estaba dormida producto de los medicamentos y analgésicos que le colocaron, tenía un hematoma visible en el lado derecho de su rostro. Parada a pocos metros, estaba una joven delgada, alta, vestía un suéter gris y jean desgastado, llevaba el cabello recogido en una coleta y un bolso en su espalda.

—¿Quién eres? —preguntó con voz ronca Nolan.

—Soy Violeta —respondió en voz algo grave y con gestos pocos femeninos, metiendo sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón— Vi cuando el auto se estrelló contra la barda de la autopista y aunque traté de ayudar a la señora que manejaba, ella ya estaba sin vida. Cuando pretendí llamar a la ambulancia, escuché el llanto de la pequeña me tuve que meter rompiendo el vidrio de emergencia para poder sacar a la niña.

—Supongo que debo agradecerle, no. —Sacó de su bolsillo, su móvil.— Dígame cuanto es y su número de cuenta.

—Está usted equivocado. No me debe nada. Yo sólo hice lo que debía hacer. —responde parcamente.

En ese momento, la pequeña Samantha abrió los ojos y le sonrió a Violeta.

Ante el gesto de su hija, Nolan se sintió desarmado. Él era un hombre rígido, recto y muy controlado; sólo Aurora y su hija despertaban en él sentimientos nobles.

—Sami, mi amor —se acercó a la pequeña, quien al verlo no pareció reconocerlo.

—¿Quién es usted? —preguntó echándose hacia atrás y extendiendo los brazos hacia la chica extraña.

—Mi amor, soy yo, papá.

—Sr Nolan, recuerde que la pequeña acaba de ser víctima de un accidente, ella puede estar pasando por un episodio de amnesia —dijo la enfermera, mientras terminaba de colocarle el medicamento.

—¿Qué dice? Dice que mi hija no me recuerda a mí y a esta extraña sí. —Violeta sintió enojo al escuchar a aquel hombre dirigirse hacia ella de aquella manera tan poco amable.

—Creo que mejor me voy —dijo en tono hostil e intentó salir, pero la pequeña Samantha comenzó a llorar.

—No te vayas Violeta, no te vayas.

Ante las suplicas de su hija, Nolan tuvo que pedirle a la chica que no se fuera.

—Aguarde, mi hija la necesita. Solo dígame cuanto debo pagarle.

—Usted, cree que todo puede resolverlo con dinero, ¿no es así? —lo miró fijamente, con el entrecejo fruncido.

—Violeta, no te vayas, por favor. —Pidió la pequeña, la chica se regresó y tomó su manita.

—No me iré, Sami. No hasta que salgas de aquí. —se inclinó y besó a la niña en la frente. El beso de Violeta fue tranquilizante para la pequeña, quien se recostó y cerró sus ojitos. La chica acarició su cabello y Samantha volvió a quedarse dormida.

—Necesito hablar con el médico, ¿puedo dejar a la niña con usted? —La pregunta pareció ser más una orden que una petición, aún así, Violeta asintió. Para ella era terrible saber que la pequeña Samantha había perdido a su madre como para abandonarla ella también.

En tanto, Violeta camina de un lado a otro de la habitación. Ansiosa, mira una y otra vez su reloj. No podía creer que llegaría tarde, justo en su primer día de trabajo, en el lujoso restaurante donde tantas veces soñó trabajar.

Comienza a impacientarse. Pronto ve a lo lejos, al padre de la niña acercarse.

—Que bueno que regresó. —dijo visiblemente estresada.

—Sí, estaba conversando con el médico sobre la situación de mi hija.

—¿Qué le dijo? ¿Va a estar bien? —preguntó ansiosa.

—Sí, dice que puede ser momentánea la pérdida de memoria.

—Me alegro mucho —colocó su mano en el brazo de Nolan, quien la miró a ella para luego dirigir su vista hacia la mano de Violeta. Ella apenada retiró su mano.— Hasta luego, debo irme.

En un raro instinto, Nolan la tomó del brazo.

—Aguarde. —Ella lo miró y luego miró su mano sujetándola con fuerza; imitó la mismo acción que él segundos atrás.— Disculpe, retiró su mano. Sacó de su bolsillo una tarjeta y se la entregó—. Cualquier cosa que necesite, estoy a su orden.

Violeta tomó la tarjeta, la miró por ambos lados y la guardó en el bolsillo de su suéter. Salió apresuradamente de la habitación, corrió por el pasillo, salió hasta la calle y detuvo un taxi.

Como suele suceder, siempre que estás apurada, todo se presta para que llegue el caos. El tráfico era terrible, ya eran más de las 6:00 de la tarde, Violeta prefirió bajar del auto y correr hasta el restaurante.

Entró por la parte trasera para tomar su uniforme y cambiarse, pero la gerente la detuvo.

—No puede pasar, llegó tarde y ya todos los empleados tienen asignadas las mesas que deberán atender.

—Pero apenas estoy llegando cinco minutos tarde.

—Debe estar aquí diez minutos antes. Lo siento pero si llegó tarde el primer día, no quiero imaginar luego.

—Pero… —la gerente le mostró la puerta de salida, Violeta tuvo que morderse la lengua para no insultar a aquella déspota mujer.

Enardecida y ofuscada salió de aquel lugar. Lo único que tenía de dinero lo había gastado en el taxi. Revisó sus bolsillos, apenas encontró la tarjeta que minutos atrás le entregó aquel hombre tan frío y arrogante.

“Lcdo. Nolan O’Brien CEO” leyó su nombre en voz alta.

Si algo no deseaba Violeta era volver a toparse con este hombre. Rompió la tarjeta en dos, y la lanzó al bote de basura. Era mejor no tener que ver nada con un hombre tan mal agradecido y envanecido como Nolan O’Brien.

Nuevamente miró su reloj, en unos treinta minutos debería estar en su casa. Echó a andar, la noche estaba fría y la brisa helada la hizo estremecerse. Mientras caminaba recordaba aquel accidente.

***

Ella acababa de bajarse del bus; se detuvo a mirar a ambos lados de la amplia avenida, aguardando que algún coche se detuviera y le diera paso para cruzar. Justo en ese instante, Aurora frenó para que la chica cruzara, pero repentinamente el auto de atrás nunca se detuvo e impactó fuertemente con el parachoque del automóvil de Aurora, dirigiéndolo directamente contra la barda de la avenida. El conductor echó de retro y pasó al lado de la chica huyendo del lugar.

Al ver aquello, Violeta corrió hacia el auto, la mujer que conducía tenía el rostro ensangrentado y parecía inconsciente. Violeta trató de despertarla, pero ella nunca reaccionó, buscó su pulso, estaba muerta, se alejó para llamar, pero al oír el llanto de un niño, regresó al auto.

—¡Mamá! ¡Mamita! —lloró la pequeña.

Violeta intentó abrir la puerta de atrás, pero esta no abría; por lo que tuvo que golpear con fuerza el vidrio usando su codo para estrallarlo sin que este pudiera quebrarse y lastimar a la niña.

Logró hacerlo, tomó a la pequeña y la sacó del auto. La carita de la preciosa rubia de ojos grandes y pestañas largas, conmovió a Violeta. En el fondo, Violeta se sentía culpable, si aquella mujer no se hubiese detenido para darle paso, nada de eso habría ocurrido, piensa.

La brisa es cada vez más fría, Violeta apresura el paso, posiblemente llueva y no desea mojarse, eso sería cerrar con broche de oro aquel día tan terrible, lleno de incidentes tristes y enojo.

Un auto pasa a su lado, se detiene un poco más adelante, ella se pone algo nerviosa, su corazón se acelera y su respiración es rápida y entrecortada. Ve a un hombre abriendo la puerta del auto, piensa si es mejor correr hacia adelante o regresarse. Decide lo segundo y amaga a correr cuando aquella voz la detiene:

—¡Espere! —ella se detiene en seco, voltea y se topa con la mirada de Nolan O’Brien.

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