¿Quién tuvo la culpa?

—Suba al auto, la llevaré a su casa.

—No es necesario, falta poco… —Nolan la sujeta del antebrazo y la jala hacia el auto, ella iba a reaccionar golpeándolo, mas se detiene al ver a Samantha, quien la saluda emocionada desde el asiento de atrás.

—¡Violeta! —agita sus manitas.

—Suba —le ordena. Ella abre la puerta y entra al auto.

—¿Es ella? —pregunta la hermosa mujer que va sentada en el asiento del copiloto y quien observa de arriba abajo a Violeta.

—Sí, tía, ella es Violeta. —responde la niña.

Esther se acomoda en el asiento y mira a Nolan, mientras él conduce. Esther, es la hermana mayor de Aurora y siempre había estado al lado de ella y su cuñado. Esa noche debían reunirse para celebrar el aniversario de la pareja y ahora debían prepararse para el funeral de su hermana.

—Aún no puedo creer que esto esté pasando Nolan —coloca la mano sobre su hombro. Él voltea verla.

—Por favor, no hables de eso —dice, mirándola de reojo para que guarde silencio delante de su hija.

—Lo siento —responde y seca con su pañuelo las lágrimas.

Nadie más habla durante el trayecto, excepto cuando él se dirige a Violeta para preguntarle su dirección.

—¿Dónde vive? —pregunta él. Ella un tanto apenada por dar su dirección, le responde:

—Puede dejarme por aquí si lo desea, ya estoy bastante cerca.

—No se me quita nada con dejarla frente a su casa. Así me sentiré más tranquilo.

—Le repito, no es necesario, puede dejarme allí en esa esquina.

Nolan no soporta que le lleven la contraria, pero no puede negar el dolor que está sintiendo por la muerte de Aurora. Aunque parecía incólume, tenía el corazón destrozado.

—Como quiera —él frena repentinamente; como un gatillo mental se dispara en la pequeña Samantha el recuerdo de lo ocurrido. La niña comienza a llorar desesperadamente.

—¡Mamá, mamita! —Violeta mira hacia el retrovisor con odio al padre de la niña.

—No llores mi amor —La chica la cubre con sus brazos y la arrulla intentando calmarla.

—Violeta, no te vayas —dice entre sollozos, Samantha.

Nolan apreta con fuerza el volante, quisiera poder volverlo añicos de la rabia y frustración que siente en aquel instante. Echa a andar el vehículo, mientras Violeta no encuentra que hacer. Impositivamente, el hombre comenta:

—Irá con nosotros a casa. —Esther lo mira sorprendida.

—No creo que sea necesario —interviene.

Violeta no sabe que decir, no quiere hacer sufrir a la niña, pero tampoco estar al lado de aquel hombre.

—Dije que Irá a casa con nosotros Esther. Si deseas puedo pedirle al chófer que te lleve a tu casa, luego.

Esther traga en seco, aquella situación provoca en ella incomodidad.

—Bien, Nolan, como tú digas.

Minutos después el auto se detiene frente a la lujosa mansión. Violeta no puede evitar mirar con asombro aquel lugar, era una casa como la que veía en las fotos de los artistas famosos de hollywood.

—Baje —le ordena él, ella obedeció.

Esther bajó del auto, arregló su vestido y caminó en dirección a la entrada. Nolan en tanto, sacó a la pequeña, Violeta cerró la puerta del auto y caminó detrás de él.

—Esta noche se quedará en la habitación de huéspedes de arriba. Necesito que esté pendiente de Samantha. Ya mañana me encargaré de pagarle por lo de hoy.

Esta vez, Violeta no quiso discutir, no delante de la pequeña. Entraron a la casa, la chica recorrió con la mirada la decoración, nunca había estado en un lugar como ese. Todo era ostentoso y prolijamente ordenado.

La empleada doméstica salió a su encuentro, pero al mirar el rostro de Nolan, se cohibió de decir algo.

—Prepare la habitación de huespedes, Camelia.

—Sí señor. —subió apresuradamente las escaleras. Nolan miró a Violeta y nuevamente con tono imperativo le dijo:

—Suba —Violeta obedeció a su lado. Mientras Esther los observaba desde el salón principal, agitando el vaso de licor en la mano.

Mientras Nolan llevaba a la niña a su habitación continuó dando instrucciones a la chica.

—Necesito que esperes que se duerma. Yo debo resolver varios asuntos. Luego la espero en la biblioteca. Usted y yo debemos hablar. —Violeta por primera vez, sintió temor ante las palabras de Nolan.

Tal cual lo acordado, luego de dejar a la niña junto a la pelicastaña bajo hasta la biblioteca. Al verlo, Esther fue hasta donde estaba él. Abrió la puerta del salón, cuando se disponía a cerrar, su cuñada se lo impidió.

—Ahora no, Esther. Necesito y quiero estar a solas —dijo, mirándola con los ojos cristalinos.

—Está bien, Nolan. Pero recuerda que yo también perdí a mi hermana.

Ella se gira y él azota la puerta con furia, se lleva las manos a la cabeza con desesperación y se quiebra por completo, camina hasta el escritorio, barre con ambas manos todo lo que está sobre él y llora, llora de dolor y de tristeza. Se desploma sobre el sillón.

—¡Aurora! ¿Por qué mi amor? ¿Por qué me haces esto? —se recuesta sobre el escritorio— ¡Ajaja! ¡No puede ser verdad! ¡Nooo, Dios! Carajos no…

En tanto, Violeta le pide a Camelia que la ayude a cambiar a la pequeña.

—¿Puede traerme una pijama para la niña?

—Sí, claro. —la mujer revisó en el guardarropas y sacó del gavetero la muda de ropa para la niña.

Violeta cambió a Samantha y luego la acostó en su cama. Camelia permaneció junto a ella hasta que la niña se durmió.

Ambas salieron del dormitorio y fueron a la habitación de huéspedes.

—Esta es su habitación —Violeta sonrió en agradecimiento. —¿Puedo preguntarle algo?

—Sí, digame.

—¿Quién es usted? Digo no creo conocerla y la verdad es que el Sr O’Brien no deja entrar a todo el mundo a su casa. Es bastante exigente y rígido.

—Soy Violeta, yo vi el accidente y fui quien sacó a la niña del auto.

—¡Santo Dios bendito! —se persigna la mujer frente a la chica.— Es terrible todo esto. La peor tragedia en esta casa. Hoy mi Sra Aurora debía celebrar su aniversario de bodas, no puedo imaginar como este el Sr Nolan.

—¿Aniversario? —preguntó, aturdida con aquella noticia.

—Sí, iban a cumplir cinco años de casados. Eran una hermosa pareja.

—Es terrible todo esto que está pasando. Siento tanto pesar por la niña, aunque imagino lo que debe estar pasando su jefe.

—No, no creo que se lo pueda imaginar. Ellos eran el uno para el otro. El Sr Nolan desde que conoció a la Sra Aurora, se transformó en otra persona. Se amaban, eran tan felices. ¡Esto es terrible! —se cubre los ojos con ambas manos.

—¿Cree que pueda lavarme el rostro? No he ido a mi casa y estoy así, desde temprano.

—Sí, por supuesto. Si desea puede ducharse. Yo le conseguiré algo que ponerse.

—No se preocupe, usaré lo que traigo puesto.

—Bien, como guste. ¿Ya cenó? ¿Quiere que le traiga algo?

—La verdad es que no he comido nada.

—Voy a prepararle algo y ya le traigo.

—Gracias, Camelia. —respondió Violeta.

—Tienes buena memoria, muchacha. Pocos se aprenden mi nombre fácilmente.

Mientras la mujer salió, Violeta aprovechó de ducharse rápidamente. Estaba agotada. Necesitaba descansar, pero aún debía darle explicaciones a aquel hombre. Eso le preocupaba, podía notar el mal carácter de Nolan y ahora que sabía lo de su aniversario no podía dejar de sentir compasión por él, aunque fuese un sangrón.

Salió del baño, envuelta en la toalla, mientras frotaba su cabello húmedo. Sintió pasos acercarse, se apresuró a vestirse, cuando escuchó el golpe seco en la puerta, su corazón se acelera rápidamente.

—Aguarde un minuto —respondió ella en voz alta, mientras se colocaba el suéter y abrochaba su jean. Pero la puerta se abrió abruptamente.

Frente a ella y con una mirada repulsiva estaba Esther.

—Dime qué es lo que andas buscando aquí. Vi como quieres envolver a mi sobrina y sé lo que son las mujercitas como tú.

—No entiendo a que se refiere. Yo no tengo ningún tipo de intenciones, por lo que le agradezco mida sus palabras.

—Para ser una sarrapastrosa te expresas muy bien. Pero te dejo bien en claro, mañana mismo te vas de esta casa.

—Señora no entiendo por qué me trata de esa manera.

—Es lo que te mereces, eres una arribista y puedo olerlo por encima.

—Se equivoca, usted ni nadie tiene derecho a tratarme de esa manera —cuando Violeta quiso pasar por su lado y salir de la habitación, Esther la jaló del brazo con fuerza.

—¿A dónde crees que vas? —Violeta se zafó de su agarre y la miró con enojo.

—Voy a reunirme con el Sr Nolan.

—No va a atenderte. Me dijo que no desea ver a nadie, entiendes.

Justo en ese momento, Camelia se asomó en la puerta para darle a la chica el mensaje de su jefe.

—Violeta, el Sr Nolan te está esperando.

—Sí, ya voy para allá.

Esther apretó con fuerza los puños, no podía creer que Nolan prefiriera hablar con aquella chica, que con ella. Violeta salió de la habitación y Esther detrás de ella, tropezando su hombro contra la empleada.

—Desaparece de mi vista, Camelia.

—Disculpe Sra Esther —dijo la mujer apartándose hacia un lado del pasillo.

Luego que la empleada la vio bajar las escaleras, sonrió de forma burlona. Esther siempre le había parecido una mujer insoportable y traicionera. Siempre vio como envidiaba a Aurora y como se moría de celos al ver lo feliz que eran Nolan y ella. Nunca le dio buena espina.

Violeta en tanto, se quedó esperando que Camelia bajara las escaleras y le indicara hacia dónde quedaba la biblioteca. La mujer al verla encogerse de hombros, le señaló el pasillo de la izquierda.

—Segunda puerta —le contestó.

La pelicastaña se acercó, tocó la puerta y oyó la voz ronca de Nolan ordenándole pasar.

—¡Entre! —ella movió el picaporte con nervios, estaba realmente ansiosa por lo que aquel hombre podía decirle.

—Con permiso —dijo ella y entró. Violeta observó con asombro el caos que había en aquel lugar, papeles, libros, cenicero y un portalápiz en el piso, parecía que un huracán había pasado por allí, arrasando todo a su paso. Él, también la miró de arriba hasta abajo. El estilo un tanto amachado de la chica, le desconcertaba en gran forma.

—¿Mi hija se durmió? —preguntó visiblemente enojado.

—Sí, señor. Ya está dormida. —respondió ella, llevando sus manos hacia los bolsillos traseros de su pantalón.

—Siéntese —Nuevamente le ordenó. Violeta sentía el rostro arder cada vez que oía la voz de Nolan tratarla como a una de sus criadas. Aún así, terminó obedeciendo una vez más.

—Dígame qué es lo que desea hablar conmigo. —dijo exasperada por la actitud de aquel hombre.

—Quiero que me cuente que fue lo que ocurrió —el corazón de Violeta dio un salto como quien lanza una pelota de tenis al suelo y al rebotar la golpea con fuerza.

—¿A qué se refiere? —dijo en tono tembloroso.

—Al accidente, a mi Aurora. Quiero que me diga lo que ocurrió, carajos —golpeó con fuerza el escritorio.— ¿Quién tuvo la m*****a culpa del accidente.

El rostro de Nolan se endureció y su mirada se hizo oscura. ¿Qué debía decirle? ¿Sería capaz de contarle la verdad?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo