Sin dejar que ella pronuncié una palabra más, Gabriel se aproxima intempestivamente la toma de la cintura y la besa sin darle oportunidad de que la rubia, pueda negarse.
Los labios y sus cuerpos se encienden y se conocen, volátiles se entregan al deseo que años atrás experimentaron. Él comienza a levantar el vestido y sus dedos se deslizan rápidamente hasta sus pliegues vaginales, introduce sus dedos, siente su humedad. Ella se contonea al sentir como Gabriel sabe dónde y cómo tocarla, se mueve y gime disfrutando de sus hábiles caricias.—Sigues estando exquisita —retira sus dedos de su sexo y siente su sabor. Ella lo observa con asombro.—¿Eso es todo? —le pregunta.—No, sólo quería saber cuanto me extrañas. —responde, mientras le lanza una mirada lasciva.—No puedes simplemente tocarme y dejarme con ganas, Gabo —recrimina ella, al ver la actitud del hombre al que está acostumbrada a manejar a su antojo.—¿Quieres coger conmigo? Te recuerdo que hac