Sara
—Señorita Johnson, ¿a dónde cree que va? —me llamó el ogro, una vez que la puerta que daba las escaleras se cerró.
—Vamos a tomar café, señor Norton —hablé con tono despectivo, ya que había dicho mi nombre de la misma manera despectiva y venenosa de siempre—. Por eso estoy bajando las escaleras. No olvide su dosis de cafeína, señor.
Escuché un bufido detrás de mí y de pronto lo sentí demasiado cerca. Él me alcanzó en el rellano y agarró mi brazo, empujándome contra la pared.
Sus ojos me miraron despectivamente con los dientes apretados. Aproveché y le puse el recibo en la cara, mientras lo fulminaba con la mirada.
—¿Qué coño es esto? —sacudí la cabeza sarcásticamente.
—¿Sabe? Para ser un pomposo sabelotodo, a veces es bastante estúpido —espeté de mal humor—. ¿Qué m****a cree que es? Es un recibo, ya sabe, se lo dan siempre que compra algo.
Lo vi gruñir y sonreí con satisfacción.
—Si no fuera porque la necesito aquí, ahora mismo la estaría despidiendo —me miró con ojos en