Motivos de estrés

En cuanto llegué a casa de mis padres esa noche, inmediatamente sentí cómo desaparecía algo de mi tensión.

Entré en la cocina, el olor de la comida que mi madre estaba cocinando me abordó, y escuché la conversación alegre y las risas de mis padres desde la sala de estar.

—Harvey —canturreó mi madre mientras entraba en el salón. Me incliné y le di un beso en la mejilla, dejando que intentara arreglar mi alborotado pelo—. Este pelo tuyo —dijo cariñosamente—. Sigue tan

rebelde como cuando eras pequeño.

—Lo sé, mamá —dije, sonriéndole, siempre teníamos la misma conversación—. Sigo intentando domarlo.

Agarré la fuente que llevaba en sus manos y la puse en la mesa, atrapando una zanahoria antes de sentarme, y me reí cuando me pilló.

—¿Dónde está mi chica? —pregunté, echando una ojeada al salón.

—Todavía no han llegado —respondió mi padre mientras entraba—. Ya conoces a tu hermano, siempre llega tarde.

Por supuesto que lo sabía.

—Bueno, más les vale apurarse —añadí, agarrando otra zanahoria
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