Cosas perdidas
Giré la esquina para entrar en la sala, y mis ojos se encontraron inmediatamente con los del señor Norton sentado en su silla con las manos tendidas enfrente de mí, seguramente seguía enfadado, podía intuirlo por la expresión de su cara.

Pero mi atención se volvió rápidamente hacia la persona que estaba detrás de mí.

—Déjame ayudarte con eso, Sara —dijo el señor Lockheed amablemente, mientras le daba a su amigo una mirada de reproche.

—Gracias, señor Ajnabee —dije en agradecimiento, mientras tomaba la pesada caja de mis manos.

—Sara —dijo, con una sincera sonrisa en su cara—. ¿Cuántas veces tengo que pedirte que me llames Lock?

Puso la caja en la mesa de la sala, y se sentó junto a mi jefe.

Lock era tan atractivo como el señor Norton. Alto y delgado, compartían las mismas facciones perfectas. Podría estar comprometido, pero seguía siendo uno de los hombres más guapos que había conocido.

—Lo siento, Lock —respondí alegremente—. ¿Cómo está Bárbara?

Una sonrisa iluminó su cara al pensar
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