14 | Enérgicas disculpas

Pero él actuaba con naturalidad, no notaba su exasperación.

—Relájate —le dijo mientras desplegaba los brazos y se acercaba a la mesa para poder verla mejor.

—Relájate, Ema. Te prometo que... no va a pasar nada —le aseguró, y ella se limitó a mirarle de forma extraña antes de resoplar mientras negaba con la cabeza.

—Señor, lo siento, pero tengo que entrar en pánico. A diferencia de usted, yo no nací con una cuchara de plata, así que tengo que valerme por mí misma —le dijo antes de ponerse en pie.

—Voy a pedirle disculpas y a rogar por mi trabajo —le dijo mientras se daba la vuelta para marcharse.

—Ema. —La llamó, al tiempo que se levantaba, corriendo rápidamente al otro lado de la mesa y cogiendo su mano para detenerla.

—¡Para de una vez, por favor! —le exclamó ella, cansada, tratando de arrastrar su mano lejos de su agarre.

—No eres mi novio, ni mi padre, ni siquiera mi hermano, así que ¿cuál es tu problema? ¿Por qué te comportas así? —le preguntó ella, frustrada por la situación.

Su
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