Anashia
¿Qué demonios le sucedía? ¿Cómo se atreve a besarme? Me levanté de la cama furiosa, entré al baño y traté de calmarme. No, esto no puede quedar así. Lavé mi rostro y salí a enfrentarlo.
—¿Por qué has hecho eso sin mi permiso? Eso es abuso —repliqué molesta, a lo que él negó.
—Lo siento, creo que las copas me han dejado mareado y ni siquiera sé lo que estoy haciendo —respondió entrecortado.
—Eso no justifica nada. Lo mejor será que me vaya, creo que voy a renunciar —declaré enojada. Él se acercó a mí y negó con la cabeza.
—Lo siento, Anashia, fue un maldito impulso, pero necesito tu trabajo. No volverá a pasar, te lo aseguro. No te vayas, me iré yo. En la mañana nos vemos por lo del trabajo y luego nos iremos. Perdóname, ya empezaste con la edición y necesito acabarla. Te prometo no hacer esta estupidez de nuevo.
Suspiré molesta, sin saber qué hacer ante esta situación.
—Está bien, pero recuerda que nuestra relación es de jefe a empleada. Ahora, puedes irte.
Él asintió, tomó su