Capítulo 84: Morirás, Beta.
El Alfa no se inmutó.
—Sería tonto seguir pensando que es mía. La niña está en el laboratorio de la manada. Le harán las pruebas de linaje con mi sangre, con su sangre, con su fuerza.
Malahia sintió que el alma se le helaba. Sus piernas flaquearon, el metal sonó con un "clang".
Fort observó la escena con un brillo de interés en los ojos, cruzando las manos detrás de su espalda.
El silencio se prolongó unos segundos, hasta que…
—No… —susurró ella. Apenas un hilo de voz—. No… Amira… no es tu hija.
Las palabras flotaron, pesadas, mortales.
El aire pareció detenerse. Fort alzó las cejas, sorprendido. Miró de reojo al Alfa.
Raymond cerró los ojos. Respiró profundo. Por un instante, algo muy pequeño, casi invisible, se quebró dentro de su pecho.
No era amor, no era pena. Era decepción, era furia contenida, era la traición de una mentira de años.
—Así que era cierto —murmuró él, abriendo los ojos, su mirada verde más fría que nunca—. Me mentiste.
—¡No! —gritó ella co