CLANK~
El portón de la laguna se abrió y entraron tres omegas.
Caminaron en silencio, con la cabeza gacha, una de ellas llevaba paños blancos doblados sobre los brazos, otra una bandeja con botellas y frascos, y la última cargaba un juego de ropas limpias.
—Mi señora Luna —dijo la primera con voz baja, inclinando la cabeza—. Permítanos asistirla.
Ayseli no contestó, solo las miró con desconfianza. Pero su cuerpo estaba demasiado débil para oponerse.
Las omegas se acercaron.
Una la ayudó a incorporarse con cuidado, sosteniéndola por el brazo. Otra le pasó un paño tibio por los hombros y los brazos, retirando el exceso de agua.
Luego le echaron sobre la piel una loción de una botella de vidrio. Al extenderla, un aroma herbal intenso impregnó el aire.
—Es medicinal para su piel —explicó una de las omegas, frotando suavemente sus brazos y espalda—. Le dará fortaleza.
Ayseli bajó la vista, sin responder. Su corazón seguía golpeando con indignación, las palabras de ese mac