Capítulo 28
Iris cayó de rodillas ante los ancianos, su rostro cubierto de lágrimas, su orgullo hecho trizas.
—¡Por favor! —suplicó sintio que su mundo se derrumbaba —. ¡El Alfa quiere deshacerse de mí! Me ha puesto una trampa.
Sus manos temblaban, su corazón latía rápidamente, tenía miedo del futuro incierto que le esperaba.
Los ancianos la miraron con frialdad, su desprecio por la loba era notorio.
Vicente, de pie frente a ella, sonrió con fría satisfacción.
Gira para fingirse víctima frente a los ancianos.
—No es verdad —su voz era hielo—. Te di una oportunidad, puse a mi Luna a un lado por ti… Ahora incluso dudo que Amelia me haya fallado.
Iris sintió un nudo en la garganta.
Él lo había planeado todo, había jugado con ella.
Los ancianos negaron con la cabeza, sentía asco por la Luna que veneraron.
—Lárgate. No queremos verte en esta manada.
Uno de ellos se inclinó y con un dedo trazó la marca de la deshonra sobre su frente.
—Agradece que sólo marcamos tu piel como una loba sin mo