Capítulo 49— Él viene con nosotros.
El amanecer llegó con un silencio pesado. Nadie había dormido realmente. Los lobos del norte patrullaban las murallas en turnos dobles, los ojos fijos en el bosque donde las criaturas habían desaparecido horas antes. Las antorchas azules seguían encendidas, parpadeando como si también esperaran algo.
Lyra bajó de la habitación que le habían asignado con ojeras marcadas. Las sombras habían estado inquietas toda la noche, moviéndose bajo su piel como si quisieran salir por su cuenta. Se detuvo frente a una ventana del pasillo, observando cómo los primeros rayos de sol iluminaban la nieve del norte.
—No dormiste.
La voz de Draven la hizo girar. Estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y la mirada cansada. Tampoco había descansado.
—No pude —admitió Lyra—. Cada vez que cerraba los ojos... lo veía. A Muerte. Y sentía que algo más venía detrás de él.
Draven se acercó y le tocó el hombro con suavidad.
—No estás sola en esto. Lo sabes, ¿verdad?
Lyra asintió, pero el nudo en su