Capítulo 35— La loba de Medianoche.
Afuera, algunos lobos ya aullaban cortos llamados de vigilancia. Dentro, el fuego de la chimenea proyectaba sombras largas sobre las paredes.
Lyra salió de la sala con los príncipes a su lado. El cansancio había calado hondo en su cuerpo, pero su mente seguía alerta.
En un pasillo menos transitado, Draven la tomó del brazo con suavidad.
—No me gusta estar en territorio de otro —admitió—. Pero si tienes que enfrentarte al norte, prefiero que sea así. Con todos mirando.
Lyra lo miró de reojo.
—No voy a pelear contra mi valle.
—Tal vez no —dijo él—. Pero sí contra sus fantasmas.
Alaric apoyó una mano en el hombro de Lyra.
—Vamos a dormir. No nos vamos a despegar de ti—dijo—. No por desconfiar del valle… sino de lo que se mueve fuera de sus murallas.
Lyra no discutió. Sentía a los híbridos como un rumor lejano, como si el eco de sus garras siguiera resonando en el bosque.
Subieron juntos hacia la planta alta. Algunas voces de guerreros se escuchaban aún, comentando en susurros.
—Es ella…