La sala principal del valle estaba iluminada por el fuego grande del centro, donde las llamas rojas y doradas proyectaban sombras danzantes sobre las paredes de piedra. Las cuatro lobas se acomodaron alrededor de la mesa larga: Lyra a la derecha de su padre, Kariane junto a Teo, Selene con las manos entrelazadas sobre su regazo, y Zoe sentada más cerca de la chimenea, sintiendo por primera vez en su vida un calor que no lastimaba.
Draven y Alaric estaban frente a ellas, erguidos, serios, casi solemnes. El padre de Lyra, Héctor —el Beta del Valle de Piedra— se colocó al frente, cruzando los brazos sobre su pecho ancho. Era un hombre grande, imponente, pero su mirada hacia las muchachas era completamente distinta a la de los betas del sur: cálida, protectora, firme.
—Bien —dijo Héctor, rompiendo el silencio con voz grave—. Ya están en territorio seguro. Pero eso no significa que estemos fuera de peligro. Digan, príncipes… —los miró directamente—. ¿Cuál es el plan de su padre con respect