A pesar de no ser un día especial, Roberto compró una pulsera a Clara con su nombre, cuando fue a Madrid para dejar a Dolores otra parte del manuscrito de su libro.
La directora de la editorial estaba fascinada por el buen ritmo que llevaba el libro y por la forma en que trataba un tema tan delicado como la evolución de la mujer a lo largo de la historia. El estilo, los temas, la forma tan especial de reflejar los sentimientos de la mujer y el respeto con el que había tratado las torturas, habían sorprendido a Lola y más aún siendo un hombre, estaba totalmente segura de que había acertado al pensar que iba a ser un buen libro.
No podía dejar comprar algo a sus hijos y, en una pequeña tienda de artesanía, encontró los regalos perfectos para ellos y otro más para su mujer.
Cogió un taxi y, durante el camino, empezó a escribir parte del capítulo de su libro.
«Estoy viendo con mis hijos un reportaje sobre la invención de la máquina de vapor y la primera revol