Randy observó a su hijo fijamente, mientras este bebía del líquido ámbar que tenía en su vaso, estaba muy orgulloso del hombre que veía ante él y su mayor deseo era que encontrara a alguien que lo respetara y lo apreciara para que alcanzara la felicidad que a él se le escapó.
Randy nunca mencionó a una dulce y joven médico que había conocido por casualidad y con quien compartió alguna que otra comida, la consideraba la indicada y, estaba dispuesto a avanzar con ella, cuando en un vuelo a Italia se sintió deslumbrado por una mujer que lo arrolló, lo envolvió y cuando quiso recuperar la cordura, ya estaba traicionando a la encantadora médico.
–Papá, te estoy hablando.
–Ah, lo siento hijo, pas&eacu