Cuando Cassandra salió del edificio, caminó directamente hacia un automóvil estacionado a una cuadra en la acera de enfrente, tenía los vidrios polarizados por lo que era imposible ver hacia el interior del mismo, lo abordó, tomó asiento y fue recibida con preguntas ansiosas:
–Bien, ¿cómo te fue?, ¿qué te dijo?, ¿fue amable?
–Bianca, ¿podrías explicarme de dónde sacaste que él no era rencoroso?, ninguno de tus consejos fue útil, por poco me manda a sacar de allí con los guardias de seguridad.
–¡No puede ser!
–Sí puede ser, tuve que mantene