Luego de ver salir de su apartamento a Fernanda con el tal Giuseppe, Edison, recogió la mesa, lavó su plato y la copa, los secó para luego colocarlos en sus lugares; caminó por la sala; encendió la gran pantalla que tenía en la sala y la volvió a apagar sin siquiera verla; revisó su teléfono; salió a la terraza, recibió la brisa fresca de la noche y de pronto exclamó:
–¡A la mierda!
Tomó su teléfono y marcó llamada grupal para sus amigos.
–¡Epa! ¿Qué pasa? –respondió Román.
–Hola Edison, ¿qué tal? –saludó Alberto.
&n