Los niños dejaron de celebrar, Marco se sintió culpable por dejarse llevar de la emoción a pesar de ser muy cerebral y ahora por culpa de eso, todos sus esfuerzos habían sido en vano, estaban a punto de ser sometidos por esos delincuentes.
—Acérquense aquí pequeños demonios—, ordenó ayudando a liberar a uno de los hombres a quien cubrieron con el saco, sin embargo, unos segundos después, se escuchó un impacto y el hombre cayó juntó con su arma al suelo mientras emitía un alarido de dolor.
Los niños se sorprendieron, al darse la vuelta estaba frente a ellos Hefesto, con una expresión fiera que ninguno había visto en el hombre ni siquiera Evan y Bianca quienes solo conocían de él esa faceta dulce, juguetona y amorosa, pero el aspecto de ahorita era indómita, despiadada.
—¡Miserable! Ni se te ocurra hacerles da