Capítulo 50. La caída del pajarito.

Dominic

Mierda. Mierda. Mierda.

La palabra resonaba en mi cabeza como un eco, pero no podía detenerme. No quería detenerme. La sensación de su cuerpo alrededor del mío era demasiado perfecta, demasiado intensa. La estrechez de su interior, esa barrera que acababa de romper, confirmó lo que ya sabía desde el principio, Trina era virgen. Y ahora, era mía.

Gruñí, un sonido bajo y gutural que escapó de mi garganta sin permiso. El placer que sentía era casi doloroso, como si cada embestida me estuviera desgarrando por dentro. Pero no me importaba. Nada importaba excepto ella, excepto este momento, excepto la forma en que su cuerpo se ajustaba al mío como si hubiera sido hecho para mí.

A pesar de mi tamaño y que era su primera vez, solo se quejó cuando entré, pero luego fue como si encajara perfectamente conmigo. Cuando las mujeres con las que yacía se quejaban del dolor que le producía cuando entraba en ellas.

—Mía —murmuré contra su cuello, mis labios rozando su piel mientras mis caderas
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