Año 0, Día 89 – Salón del Consejo, Véldamar
El salón estaba frío, pese al fuego encendido en la chimenea. Los consejeros llegaron uno a uno con semblantes tensos. Sobre la mesa central, extendido como una herida abierta, estaba el informe de los exploradores: oro, hierro y plata en abundancia, ocultos en las sierras de Akaroth.
Kael permanecía de pie al inicio de la mesa, con la carta aún en sus manos. No habló. Dejó que fueran ellos quienes empezaran.
Hildar Murne, siempre el primero en romper silencios, golpeó la mesa con su mano ancha.
—Majestad, no hay que pensarlo dos veces. ¡Esa veta debe asegurarse de inmediato! Si no enviamos hombres, Tharavos o incluso el Imperio pondrán su bandera allí antes de que podamos reaccionar.
Seris Talen entrelazó los dedos, con una calma casi insultante.
—¿Y con qué dinero, Hildar? Apenas tenemos para pagar a las tropas que ya están en el Paso de Lira. Si enviamos un destacamento, ¿qué comerán? ¿piedras de oro crudo?
—¡El ejército no se alimenta de