No hay marcha atrás.
Estaba en todo su derecho de sentirse nerviosa. El motivo era la bendita cena que tendría con su jefe.
Siendo honesta, le había dicho a su jefe que no se preocupara, que no tenía por qué saldar un favor que ella había hecho de manera incondicional, pero no. Él había insistido al punto de invitarla a cenar a su casa, lo que, también significaba que…
—Cena con el sexy jefe papi y encima en su casa —canturreó su mejor amiga, provocándole un sobresalto.
—Por amor a Dios, Ori, no lo llames así —reprendió, negando con la cabeza—. Estoy con los nervios de punta porque…
—Porque el hombre te trae loquita y quieres todo con él. —Hizo un mohín con los labios—. Oh, vamos, Jo. Esta es tu oportunidad de conocerlo mejor. Quién sabe, a lo mejor y hasta quiera jugar al jefe-secretaria.
—El señor Tanner no es ese tipo de hombre —profesó, dejándose caer de espalda en su cama. Miró el techo de su habitación—. Él es un hombre culto, serio, con un buen corazón. Él es una buena persona, Ori.
—Sí, sí.